Llevábamos ya un tiempo viviendo juntos. Me hacía compañía, no sé si buena o mala, pero compañía al fin y al cabo. En el fondo no nos iba tan mal. Pero él no pensaba lo mismo. Un día abrió la puerta y se fue. No recuerdo cuándo, pero se fue. Sin una razón, sin una excusa. Sin una disculpa por el tiempo perdido. El café comenzaba a enfriarse cuando me di cuenta de que ya no estaba. En cambio mis esperanzas comenzaron a arder con la idea de un futuro nuevo. No estaba dispuesta a perder un solo tren más. Al irse, me había dado cuenta de todas las cosas que había pasado por alto, de todos los pequeños detalles que podría haber aprovechado de no haber sido por su culpa, por culpa del miedo. El mismo que me había hecho tantas veces rectificar, que había provocado tantos silencios. El mismo que hacía imposible avanzar, arriesgar (y ya sabemos que quien no arriesga no gana).
El mismo que un día salió por esa puerta para no volver.
' Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar. '
(Paulo Coelho)