Dices que me quede, como si tuviera la intención de fugarme. Como si pudiera o quisiera alejarme de ti. A sabiendas de que continuamente busco ese chispazo que provocas en mi piel, ese rubor de mejillas cuando me sonríes, esa mirada que acelera el más calmado latido de mi corazón...
Me pides un beso (cómo si fuera capaz de darte solo uno), y te aseguro que te daría más de mil en tan solo un segundo. Que tatuaría mis labios en ti como tú tatúas tus palabras en mi piel, como una huella que tatuada en un cristal empañado permanece aunque deje de verse.
Dices "te quiero", y el mundo entero cobra sentido. Y yo querría decir que yo mucho, que yo más, que yo siempre... Pero elijo disfrutar del sabor de tus palabras un poco más y alargo el silencio para grabarlas muy muy dentro, con cada uno de tus susurros.
Dices que me necesitas, y ¿qué puedo decir yo?
Si apenas puedo articular palabra ante esa confesión, pero querría decir tanto que ni siquiera sé cómo. Decirte tal vez que estoy aquí, que me quedo, que yo también te necesito. Que te necesito cerca, siendo tú mismo. Que te necesito como nunca he necesitado a nadie más. Que te confío mis secretos y mis ilusiones, mis miedos y temores, las mil locuras que rondan mi cabeza...
Dices "para siempre". Y lo repites. Y lo vuelves a repetir. Para que no lo olvide. Para que crea en ello.
Y mi respuesta siempre es la misma:
"para siempre...de los de verdad".