Ella esperaba sentada en aquel banco escuchando esa canción
Su reloj marcaba menos cinco una vez más. Le gustaba estar ahí antes de tiempo para verle llegar. Sabía de sobra que no llegaría hasta y cinco. Lo sabía y le daba igual. Lo único que importaba es que llegara y siempre lo hacía.
El minutero del reloj parece avanzar cada vez más despacio. La canción ha terminado. Un niño pasa por delante suyo y ella se lo queda mirando. Que lejos parecen ahora sus días de juegos... Sigue con la vista al pequeño, que corre por la calle sin preocupaciones. Y lo vé. Algo se enciende en su interior. Se pone nerviosa. Aún le pone nerviosa. Se han visto cientos de veces, miles tal vez. Pero aún así no puede controlar lo que siente al verle. Lo mismo que sintió la primera vez, cuando él se sentó muy cerca suyo en aquel autobús. Lo mismo que la volvió loca cuando sus miradas se cruzaron. Cada vez está más cerca. Su corazón va a 1000 por hora.
- Lo siento, llego tarde...
"No importa", le gustaría decirle, "Nada importa ahora que estás aquí y que tu sonrisa provoca la mia. Podría esperar toda la Eternidad a que llegaras" Pero no le salen las palabras. Le parece que cualquier cosa que dijera sería poco. Que no estaría a la altura. Por eso tan solo sonríe y se acerca él con la esperanza de que no se aleje nunca, de que su historia nunca parezca estar tan lejos como ahora lo parecen sus días de juegos.