¡Eh, tú! ¿Te acuerdas?
Ha pasado mucho tiempo y en cambio parece que fue ayer cuando jugábamos en el parque y escribíamos con tizas de colores nuestras iniciales en el suelo. Nuestro mayor secreto era quién nos gustaba y nuestra mayor competición quién hacia la pompa de jabón más grande o quién escalaba más rápido para subir al tobogán. Teníamos miedo a caernos de la bici y nos acabábamos cayendo, pero aún así nos levantábamos y nos volvíamos a subir. Estábamos todo el día corriendo pero nunca teníamos prisa. Cruzábamos los pasos de cebra saltándonos los huecos sin pintar. Intentábamos mantener el equilibrio en los bordillos como si fueran altos precipicios. No teníamos más preocupación que ver a nuestros amigos en los columpios y poder jugar con nuestro juguete preferido. Parece que fue ayer cuando aún éramos niños y en cambio no hemos cambiado tanto. Seguimos jugando, aunque a veces no debiéramos. Aún tenemos secretos pero no tan inocentes. Nos pasamos todo el día compitiendo. Seguimos teniendo miedo a caer pero ahora también nos da miedo volver a ponernos en pie. Ahora también corremos pero siempre tenemos demasiada prisa como para saltar los huecos del paso de cebra. Intentamos mantener el equilibrio pero casi siempre nos caemos. Nos preocupamos por todo y no buscamos solución a nada.
Es curioso: cualquiera diría que seguimos en la misma etapa.
Quién sabe, tal vez uno nunca deje de ser un poco niño, al fin y al cabo
¿a quién no le gusta hacer pompas de jabón?
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